jueves, 2 de agosto de 2012

Y llegaron las Vacaciones!



Aún recuerdo cuando de pequeño llegaba el momento de las vacaciones.

Era el momento de viajar, de ir al pueblo. De ver a la familia, de encontrarse de nuevo con los viejos amigos.

Esa noche, no dormía.

A la mañana siguiente, temprano, todos en pie. Maletas, bolsas, bolsos ... comenzaba el rompecabezas de llenar el maletero. Y cuando todo estaba a punto, marchábamos dejando atrás recuerdos, al menos por unos días.



Las vacaciones en el pueblo eran como vivir otra vida totalmente distinta. Te sentías el dueño del tiempo. Te zambullías en otra dimensión donde las cosas parecían ir mucho más despacio, para poder saborear hasta el último pedazo de lo vivido.

Te miraban de forma extraña pues eras el que venia de fuera, de la ciudad, de la capital y en parte, te resultaba engorroso pero por otro lado te daba ese aire de autosuficiencia que, realmente, no servía para nada.

Días de piscina, de naturaleza, de bailes en la plaza del pueblo, de miradas furtivas enamoradas. Días de nuevas experiencias, de historias incompletas, de cuentos con moraleja y recuerdos, grabados a fuego, en el alma.

Con el paso del tiempo, te das cuenta de lo mucho que hicieron en tu vida esos días de vacaciones. No eran días de descanso sino días de aprendizaje de una nueva lección de la asignatura llamada vida.

Fueron días donde aprendías que la familia es importante y necesaria. Donde te dabas cuenta que la distancia no hacía desvanecer los sentimientos cuando estos eran sinceros.

Días en los que te dabas cuenta que historias truncadas por el final del verano podían ser retomadas en el mismo punto un año después.

Eran días con su propio aroma, sus propias canciones y sensaciones difícilmente revividas de nuevo.

Hace muchos años de ello pero, con la oportunidad de poder mirar atrás, aún se llenan los ojos de instantáneas llenas de cariño, sonrisas y vivencias sinceras.

Esas vacaciones también hicieron que, a día de hoy, sea lo que soy. Y a esas vacaciones siempre les estaré agradecido por lo mucho que me dieron y lo poco que me pidieron a cambio.

Solo espero poder devolver tanto como recibí, permitiendo que la persona a la que más quiero en este mundo pueda disfrutar de esos momentos, como un día ya lo hiciera su padre.

Está bien pensar en nuestras vacaciones pero las suyas, son aún mucho más valiosas. Demosles la importancia que se merecen para que el día de mañana, cuando echen la vista atrás, el mejor regalo que nos puedan brindar sea una sonrisa llena de agradecimiento, felicidad y satisfacción.

La vida no se vive en minutos, sino en momentos.